La niña dijo:
-Van a cortar el agua en la tarde, papi.
El hombre siempre murmuraba pensando que los demás le escuchaban perfectamente. Murmuró algo. La niña dijo:
-¡Guardar el agua en funditas!
-No... dije que entonces hay que lavar todo “ahorita”
La niña salió de la cocina saltando de contenta y canturreando:
-¡Hoy día no ve voy a baña-ar! . ¡Hoy día no me voy a baña-ar!
El hombre siguió lavando las piezas del extractor, muy concentrado. Casi sin darse cuenta de lo que hacía. Cuando sonó el teléfono se despabiló. Esperó hasta escuchar que su hija contestaba, en el estudio.
La niña regresó dando brincos a la cocina. Le dio un manotazo en el trasero.
-No comiences, Maurita –dijo apesadumbrado el hombre. Siguió haciendo espuma en las piezas.
-Una mujer empezó a hablar como loca, papi, y colgó –dijo la niña. El hombre sintió una repentina agitación en el pecho.
-¿Ah…? Y qué dijo…
-No se, parecía loca. Solo le entendí que se llamaba Carmelina… creo –dijo la niña, mientras iba a ocuparse en una de las hornillas de la cocina.
-¿Tu madre está arriba?
-Si.
-¿Te dijo que se llamaba Car…?-El hombre pensó que era mejor no repetir el nombre.
La niña se le acercó con un cucharón en el que traía un huevo humeante.
-Huele –le dijo.
-Oliendo no vas a saber si ya está en su punto, mi cielo –observó él, y puso el cernidor cóncavo ya limpio entre los platos. La niña empezó a olisquear el huevo.
-Si queda duro es tu culpa, papi.
-Te dije que lo pusieras después de que hirviera el agua. Ahora ya no sabría decirte.
-¿Lo pongo de nuevo?
-Creo que sí –dijo el hombre – Esperó a que la niña volviera a poner el huevo en la olla con el agua caliente, luego le habló:
-¿Cómo dijiste que se llamaba la mujer que llamó?
-¿Hem…? ¿Aguamarina…? -El hombre se rió, más tranquilo.
-¿Hermelinda no era? -dijo, empezando a contentarse.
-No molestes, papi. No… ya no me acuerdo.
-No importa, linda. Era algún número equivocado.
La niña se sentó en un banco y empezó a quebrar el huevo sobre un plato.
-Apenas te termines ese huevo te vas a ir a bañar, nena. ¿oíste?
La niña había partido el huevo en dos. Era casi un huevo duro. Solo una cuarta parte de la yema se le derramó ligeramente en un dedo. La niña dejó el huevo en el plato, se paró y fue saliendo alicaída de la cocina, tarareando:
Nadie me quiere
Todos me odian
Me voy a comer un gusanito
El hombre se secaba las manos con un trapo.
-¡Hey! -detuvo a la niña.
-¿Qué?
-Qué es eso que cantas. No se canta así.
-¿Porque?
-Pues porque uno no debe cantar cosas feas como esas.
-Pero me gusta el ritmo.
-Pues entonces canta "Todos me quiren. Nadie me odia" etc.
-Bueno -dijo la niña, y salió de la cocina desalentada y cantando:
Todos me quieren...
Casi nadie me odia
Me voy a comer un gusanito