lunes, 26 de septiembre de 2011

DOBLE FRENTE.


La niña dijo:
-Van a cortar el agua en la tarde, papi.
El hombre siempre murmuraba pensando que los demás le escuchaban perfectamente. Murmuró algo. La niña dijo:
-¡Guardar el agua en funditas!
-No... dije que entonces hay que lavar todo “ahorita”
 La niña salió de la cocina saltando de contenta y canturreando:
-¡Hoy día no ve voy a baña-ar! . ¡Hoy día no me voy a baña-ar!
El hombre siguió lavando las piezas del extractor, muy concentrado. Casi sin darse cuenta de lo que hacía. Cuando sonó el teléfono se despabiló. Esperó hasta escuchar que su hija contestaba, en el estudio.
 La niña regresó dando brincos a la cocina. Le dio un manotazo en el trasero.
-No comiences, Maurita –dijo apesadumbrado el hombre. Siguió haciendo espuma en las piezas.
-Una mujer empezó a hablar como loca, papi, y colgó –dijo la niña. El hombre sintió una repentina agitación en el pecho.
-¿Ah…? Y qué dijo…
-No se, parecía loca. Solo le entendí que se llamaba Carmelina… creo –dijo la niña, mientras iba a ocuparse en una de las hornillas de la cocina.
-¿Tu madre está arriba?
-Si.
-¿Te dijo que se llamaba Car…?-El hombre pensó que era mejor no repetir el nombre.
 La niña se le acercó con un cucharón en el que traía un huevo humeante.
-Huele –le dijo.
-Oliendo no vas a saber si ya está en su punto, mi cielo –observó él, y puso el cernidor cóncavo ya limpio entre los platos. La niña empezó a olisquear el huevo.
-Si queda duro es tu culpa, papi.
-Te dije que lo pusieras después de que hirviera el agua. Ahora ya no sabría decirte.
-¿Lo pongo de nuevo?
-Creo que sí –dijo el hombre – Esperó a que la niña volviera a poner el huevo en la olla con el agua caliente, luego le habló:
 -¿Cómo dijiste que se llamaba la mujer que llamó?
-¿Hem…? ¿Aguamarina…? -El hombre se rió, más tranquilo.
-¿Hermelinda no era? -dijo, empezando a contentarse.
-No molestes, papi. No… ya no me acuerdo.
-No importa, linda. Era algún número equivocado.
 La niña se sentó en un banco y empezó a quebrar el huevo sobre un plato.
-Apenas te termines ese huevo te vas a ir a bañar, nena. ¿oíste?
La niña había partido el huevo en dos. Era casi un huevo duro. Solo una cuarta parte de la yema se le derramó ligeramente en un dedo. La niña dejó el huevo en el plato, se paró y fue saliendo alicaída de la cocina, tarareando:

                                  Nadie me quiere
                                  Todos me odian
                                  Me voy a comer un gusanito

El hombre se secaba las manos con un trapo.
-¡Hey! -detuvo a la niña.
-¿Qué?
-Qué es eso que cantas. No se canta así.
-¿Porque?
-Pues porque uno no debe cantar cosas feas como esas.
-Pero me gusta el ritmo.
-Pues entonces canta "Todos me quiren. Nadie me odia" etc.
-Bueno -dijo la niña, y salió de la cocina desalentada y cantando:
                 
                                  Todos me quieren...
                                   Casi nadie me odia
                                   Me voy a comer un gusanito
     




martes, 12 de julio de 2011

SALVADA POR LAS AGUAS

   Necesitaba tomar agua. No porque tuviera sed, sino por un estreñimiento que sentía en proceso. He descubierto, ya desde hace algunos años, que tomar grandes vasos con agua es el mejor remedio contra la constipación de vientre. Así que bajé a la cocina por el segundo vaso grande. Claudia, sintiendo que lo hacía, dejó sus guisos y se asomó al comedor.
-Mi vida, hay que comprar los foquitos a la lámpara nueva.
La lámpara, que iba en el comedor, tenía de instalada como cinco días, pero me había despreocupado de  comprarle los seis pequeños focos que llevaba. Era una lámpara moderna y bonita. Pero yo no me fijé en ella, sino en mi mujer. En su bonita boca. En su cuerpecito de reina. Me le acerqué y la fui acorralando hacia la pared.
-Dame un beso mi bomboncito –le dije. Claudia estiró los labios para darme un piquito. Yo hice lo mismo, pero agregué:
-Dame un beso de verdad ¿Qué es que no hay cariño es esta casa?
-Si hay… Pero si te lo doy después tú quieres ir por lo otro. Y ahorita no quiero problemas contigo.
-¡Problemas! ¡Ahora se llaman problemas! ¡Cuando antes…! mejor no me hagas hablar.
 -No tendrías nada que me lesione para decir –.Claudia se escabulló escapando hacia la cocina. La perseguí y la arrinconé de nuevo.
-No quiero nada, te lo juro –le dije. –Solo quiero un arrumaco.
Se me escapó hacia el fregadero. La seguí. Volvió a huir a la esquina anterior. Volví a confinarla, ahora cercadola con los brazos.
-¡A lo que hemos llegado! –dije, bufoneando –¡A tener que cazarte por un simple arrumaco!
-Se me va a quemar la torta de choclo –me dijo, un poco sonriendo, un poco ofuscada. Mientras miré el horno intentó escapar por un lado, pero bajé el brazo y se lo impedí. La tenía en mi poder. Honestamente yo solo había querido una simple garatusa. Pero entonces la excitación de la caza me había embriagado. Ahora quería otra cosa. De un sopetón… o no... más bien poco a poco. Convencerla de mi amor con mimos. Con súplicas de beso y  sospechosa lengua. Empezaba a gestar mi loco amor en su boquita, después en su cuello.
-No, mi amor, se me quema la torta de choclo.
Estaba a un tris de vincularla al sacrificio. A ella y a su torta de choclo. Pero entonces se me avivó un aleteo en las entrañas. Por el primer vaso de agua que había tomado.
-¡Uyuyuy! –dije con urgencia, y tuve que salir corriendo, nada más.
-¡Te salvó la campana! –amenacé, maratoniando las escaleras -¡Pero ya verás!
A las mujeres siempre hay que estarlas persiguiendo –me dije de corrida al baño –.De una forma u otra.